Vocación docente a prueba de pandemia
Desde que se declaró la pandemia, las universidades han sufrido un rotundo cambio en sus espacios académicos y administrativos. Profesores y estudiantes tuvimos que adaptarnos en un tiempo muy reducido, a capacitarnos en plataformas virtuales e intentar homologar a este nuevo formato lo planificado. Las cátedras que comúnmente se realizaban en una lógica presencial o […]
Desde que se declaró la pandemia, las universidades han sufrido un rotundo cambio en sus espacios académicos y administrativos. Profesores y estudiantes tuvimos que adaptarnos en un tiempo muy reducido, a capacitarnos en plataformas virtuales e intentar homologar a este nuevo formato lo planificado. Las cátedras que comúnmente se realizaban en una lógica presencial o en laboratorios, ya no serían posibles de conllevar, lo que generó una “presión” no menor, en el cambio de las metodologías de enseñanza – aprendizaje, que en adelante serían a través de un computador, una tablet o un celular.
En el camino, comenzaron a surgir una serie de demandas, principalmente de los estudiantes, quienes no contaban con un computador para sus clases y menos con conectividad a internet. Estas problemáticas, impactaron también en los académicos; a la falta de asistencia se sumó el efecto generalizado de las llamadas “pantallas negras”, estudiantes que están ‘presentes’, pero con cámaras y micrófonos apagados y una escasa interacción. Sin duda, la dinámica de la clase comienza a ser transformadora y desafiante. Nadie está preparado para esta titánica tarea que posiblemente no es la más correcta, pero que en tiempos como estos, no tenemos otra alternativa.
Por otra parte, emergen situaciones socioculturales y de salud que los estudiantes resienten: padres que se han quedado sin trabajo, hermanos compartiendo el único computador de la familia, interferencias con la conexión a internet y/o cortes de luz, entre una serie de otras dificultades que las universidades han tenido que sortear con tal de evitar que los futuros profesionales de Chile, queden sin tener que estudiar por razones que lamentablemente se relacionan con lo económico. Paradójicamente son las universidades privadas las que en la actualidad albergan la mayor cantidad de estudiantes universitarios, quienes muchos de ellos cuentan con el famoso CAE, becas del Estado o simplemente, con enorme esfuerzo cancelan mes a mes su colegiatura.
Como profesores, sabemos que la educación es un derecho fundamental y nos duele ver que una cantidad importante de estudiantes deba abandonar la carrera porque no cuenta con los recursos para seguir sosteniéndola. El apoyo gubernamental no puede concentrarse sólo en las universidades estatales.
Por ahora, docentes y académicos continuamos “haciendo patria”, con la perseverancia de que no se vean alterados los procesos formativos de nuestros respectivos estudiantes.
Carlos Guajardo Castillo
Director Carrera Pedagogía en Educación General Básica, UCEN