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El hambre como arma de guerra

Por: Ignacio Paz Palma,
Periodista y académico UCEN

El hambre como arma de guerra
Ignacio Paz 5 agosto, 2025

Nos separan unos 12 mil kilómetros de Gaza y a pesar de la distancia y lo lejano que nos puede parecer el drama que allá se vive, no podemos estar ajenos a lo que sucede. Las imágenes son elocuentes, catastróficas, desalentadoras: más de 500 mil personas se enfrentan al hambre.

Según un reciente informe publicado por Naciones Unidas, en Gaza se cumplen dos de los tres umbrales de hambruna: la caída en picado del consumo de alimentos y la malnutrición aguda.

Las cifras son elocuentes: más de 500.000 personas, una cuarta parte de la población, se enfrentan al hambre, mientras que el resto está en estado de emergencia. La desnutrición en los niños menores de cinco años en Gaza es del 16,5%. Esto implica un fuerte aumento del riesgo de muerte por hambre.

Y las muertes ya llegaron y somos testigos de eso, es una matanza que se transmite en vivo, cada día, cada hora.

Naciones Unidas, por fin levantó la voz, aunque llegan tarde, esto se pudo haber evitado, pero el miedo a los poderosos silenció a quienes pudieron presionar y pasaron meses mirando hacia otro lado.

Pero al menos Guterres, el Secretario General de la ONU ya dijo que Gaza sufre una catástrofe humanitaria de proporciones épicas ¡Y cómo no! Si a casi dos años son más de 60 mil los muertos. Primero las bombas, luego la ocupación y los asesinatos a mansalva por parte de los soldados de Israel, luego la destrucción casi total de la infraestructura crítica y ahora el corte de suministros alimentarios. Todo ante nuestros ojos a plena impunidad.

Ya lo dijo, Cindy McCain, la directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos: “el sufrimiento insoportable del pueblo de Gaza ya es evidente para el mundo. Es inaceptable esperar la confirmación oficial de la hambruna para entregar alimentos”.

¿Y qué argumenta el principal responsable, Benjamín Netanyahu? Asegura que no hay hambre en Gaza ni menos existe una política que apunte a esta situación.

Con todo desparpajo expresa que Israel ha permitido que “la ayuda humanitaria ingrese en Gaza durante toda la duración de la guerra; de lo contrario, no habría gazatíes”, dice.

El primer ministro miente, falta a la verdad en nuestra cara, se ríe de la comunidad internacional, al punto que el mismo Trump lo desmiente. Y Netanyahu asegura que solo controlan la entrada de los alimentos para que Hammas no se los robe.

Claro, se sabe que hay casos de saqueo, pero una población hambrienta es una población desesperada. Es un acto de sobrevivencia extrema.

Niños pasando la lengua sobre remolques oxidados tragando algo de harina y granos desparramados en el polvo, es la fotografía de lo indigno, de lo inhumano en pleno siglo XXI. Ver a la multitud arrancando de las balas cuando van a recoger alimento a los lugares de acopio es simplemente la barbarie.

… y el mundo sigue su curso y las voces que se levantan aún no logran la fuerza necesaria para detener esto.

La presión y el sometimiento de la población palestina a través del hambre es un arma de guerra tan letal como las balas y en ocasiones resulta mucho más cruel cuando despoja de toda dignidad a quienes la padecen.

La pregunta que hoy me cuesta responder es de qué manera nos podemos motivar a nuestros pares y emplazar al poder político a presionar con miras a la paz y al respeto por la vida, porque cuando el mundo está en manos de caudillos con aires autoritarios, en cuya visión de mundo es difícil encontrar el sentido de bien común y dignidad humana, se ve lejana la posibilidad de hablar de paz como piedra angular de nuestras relaciones.

A partir de todo lo anterior, no tengo duda alguna, que hoy vemos en Gaza el reflejo del estado putrefacto del planeta.  La humanidad sigue tan amenazada como en las guerras mundiales, por eso se hace más necesaria que nunca la presencia de hombres y mujeres de buena voluntad como agentes activos de conciencia que motiven el diálogo honesto entre los pueblos.

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