Una Escuela sin Reflexión Pedagógica no Existe
Una de las profesiones que resultan ser altamente valoradas por la ciudadanía en Chile, es la relacionada con el ser PROFESOR/A. La labor que hoy cumplen nuestros docentes, ya no es la misma que acontecía hace algunas décadas atrás. Una sociedad compleja como la actual, representa una serie de factores que inciden directamente en el […]
Una de las profesiones que resultan ser altamente valoradas por la ciudadanía en Chile, es la relacionada con el ser PROFESOR/A. La labor que hoy cumplen nuestros docentes, ya no es la misma que acontecía hace algunas décadas atrás. Una sociedad compleja como la actual, representa una serie de factores que inciden directamente en el rol que a diario se ejerce desde la escuela: estudiantes con un acervo importante información y la cual obtiene desde diversas fuentes (por sobre todo tecnológicas), padres y apoderados que trabajan todo el día, la incidencia de los medios de televisivos y las redes sociales, así como una serie de elementos que obligan a nuestros docentes a replantearse la acción pedagogía al interior del aula de clases.
Si nuestro país, anhela formar individuos que posean altas competencias para desenvolverse en una sociedad tan exigente como la actual, es URGENTE que la educación formal que se manifiesta desde el nivel preescolar hasta la educación superior, contribuya a modificar los paradigmas clásicos de hacer pedagogía, y comience una etapa de renovación en que, estudiantes como profesores/as establezcan un vínculo directo para la acción de la enseñanza – aprendizaje. Para ello, es necesario que nuestras salas de clases aborden prácticas pedagógicas tales como: mayor trabajo colaborativo entre profesores/as, donde se comience a valorar un enfoque interdisciplinario de las clases y abandonar la fragmentación de las asignaturas; valorización de los estudiantes a partir de sus saberes previos que éstos traen consigo desde el hogar y su ambiente social; favorecer estrategias evaluativas de carácter formativo, donde la evaluación deje de ser un “arma coercitiva” que está en manos del profesor/a y se convierta en una auténtica instancia de aprendizaje; mayor acercamiento de los padres y apoderados hacia la escuela; sacar a los estudiantes de la escuela, brindando salidas pedagógicas (museos, plazas y parques, barrios, empresas, la ferias, etc.) que efectivamente impacten en el proceso de enseñanza – aprendizaje; apoyo hacia los profesores/as, en cuanto al manejo conductual y emocional. Acciones como estas, son las que conllevan que nuestros docentes reflexionen aún más, en su rol como educador/a, independiente del nivel educativo sobre el cual se desempeñe. Los estudiantes de hoy, no son los mismos de antes, y exigen un mayor involucramiento frente a su desempeño como aprendices del siglo XXI.
Ahora bien, ninguna reflexión pedagógica se puede concretizar en la escuela, si no existe un fuerte liderazgo desde los equipos directivos e incluso sostenedores de cada contexto escolar. Son ellos, quienes deben dar el primer paso para motivar a sus educadoras y educadores, así como, destinar los recursos necesarios para enfrentar practicas pedagógicas actualizadas y las cuales sean representativas para motivar el trabajo de docentes y estudiantes.
El que se briden espacios de reflexión pedagógica, al interior de los colegios, depende en gran parte de la voluntad de los integrantes de la comunidad educativa, solo así se podrán transformar las prácticas atribuibles a una enseñanza y aprendizaje doctrinal.
Carlos Guajardo
Académico Facultad de Educación
Universidad Central de Chile