Silenciadas, pero no olvidadas
Por: María Paz Yurisch,
Escritora y estudiante de Periodismo de la Universidad Central.

Sylvia Plath fue una escritora y poetisa estadounidense que, en su legado, nos dejó increíbles títulos como La campana de cristal, Lady Lazarus, Ariel, entre otros y que, hasta el día de hoy, son estudiados y leídos. Sin embargo, esta artista tan adelantada a su época vivió una traición por parte de la persona que más amó: su esposo, Ted Hughes.
No entraré en los detalles de su tormentosa vida amorosa, que es lo que siempre se espera de las escritoras, sino que me enfocaré en lo artístico. Cuando Sylvia murió, dejó un diario sobre su vida en el que narraba todos los pasajes que vivió a lo largo de sus años y una decena de poemas que merecían ser publicados.
¿Cuál fue el problema? El editor de sus últimas obras fue Ted quien se aseguró de sacar todos aquellos poemas y pasajes de la vida de su difunta esposa en donde se hablara mal de él y de todos los vejámenes físicos y psicológicos que le causó a la poetisa.
Exactamente siete años antes también en Estados Unidos, se publicaba “El gran Gatsby” obra revolucionaria de F. Scott Fitzgerald que retrataba la vida estadounidense de los años 20.
¿Qué tiene que ver esto con Plath?
Lamentablemente, la historia se repite y nos encontramos a un hombre quitándole crédito y ocultando el talento de las mujeres. La historia de El gran Gatsby fue de la mujer de F. Scott, Zelda Fitzgerald. El escritor tomó la historia de su mujer y la publicó bajo su nombre sin darle crédito alguno.
En España, específicamente en Madrid, nació una niña nombrada Malva Marina Trinidad Reyes quien padeció hidrocefalia y que murió completamente abandonada por su padre. Su progenitor, al enterarse de la condición de su hija, la llamó “un ser perfectamente ridículo”, “una especie de punto y coma”, “una vampiresa de tres kilos”. La vida de esta infanta trató de ser ocultada a la vista del ojo público por su padre, quien fue un poeta y político chileno reconocido, pero afortunadamente la fama del escritor impidió que esto sucediera. En Holanda, a los ochos años, Malva falleció. Así fue el final de la vida de la hija de Neftalí Reyes, más conocido como Pablo Neruda, quien, por cierto, culpó de la patología de su hija a la madre de la bebé, María Antonia “Maryka” Hagenaar quien fue su primera esposa.
Historias como estas hay miles. Las mujeres hemos sido silenciadas históricamente por nuestras ideas, talento y opinión. Ya sea cambiando nuestro nombre, ocultando nuestra identidad o viendo cómo nuestras obras son publicadas por hombres sin nuestro consentimiento, nosotras hemos tenido que saber recorrer nuestro camino artístico con uno y más acontecimientos que nos han marcado de mala forma.
¿Cuántos nombres de mujeres no han pasado al olvido? ¿Cuántas oportunidades hemos perdido simplemente por el hecho de ser mujeres y estar viviendo en una sociedad patriarcal que está pensada solamente en el bienestar del hombre?
Las mujeres hemos tenido que saber abrirnos paso en el arte exigiendo nuestros derechos, para que se nos de un cupo en disciplinas dominadas por un número masculino y no solo en la literatura, en las ciencias también lo vemos.
Con bebés colgados al pecho, con hombres cuestionándonos por qué no queremos ser madres, o preguntándonos si sabemos escribir algo más que no sea poemas de amor o si podemos asumir un puesto de trabajo por ser “muy sentimentales”, vivimos una lucha constante para reivindicarnos y ocupar los espacios que nos merecemos. Porque estamos aquí no para llenar una cuota de parcialidad sino porque también tenemos algo que decir cualquiera sea el campo en el que queramos desarrollarnos.
A un día de una nueva conmemoración del 8 de marzo, quiero recordar a esas poetas y escritoras que han sido pioneras para que nosotras podamos escribir libremente sobre nuestros sentimientos y exponer nuestras ideas, nuestros mundos, nuestras historias y todo lo que llevamos en el alma de una manera accesible y sin censura.
Sin duda esta libertad no es completa y deja un sabor amargo. Falta mucho. Incluso en este tiempo se ve cómo la desigualdad sigue existiendo. ¿Por qué tanto Pablo Neruda y no tanta Gabriela Mistral? ¿Por qué tanto Gabriel García Márquez y no Mariana Enríquez?
Mañana conmemoro a todas mis colegas artistas que ya no están y aquellas que lo siguen intentado a pesar de las dificultades. Las abrazo, las recuerdo y las llevo como bandera de lucha para que nuestros nombres no queden olvidados en el fondo de un cajón en una feria de libros, para que nuestras voces se alcen con nuestra rabia, nuestra ternura, nuestro amor y nuestra inteligencia porque las mujeres tenemos que ser escuchadas, tenemos que ser leídas, vistas y reconocidas. No importa cuántas veces nos silencien, no pasaremos al olvido.
Aunque sea un verso a la vez.