Gabriela Mistral: lecciones de la obtención del Premio Nobel de Literatura
Por: María Victoria Peralta Espinosa
Académica U.Central y Premio Nacional de Educación
Hace 80 años, en su casa-consulado en Petrópolis, Brasil, la Gran Gabriela Mistral poeta y maestra, escuchó por radio la noticia que le había sido otorgado el Premio Nobel de Literatura. Rezó agradeciendo este importante galardón frente al crucifijo que heredó de su madre. Tenía 56 años y estaba sola; su querido sobrino Yin-Yin ya no estaba con ella para celebrar que se había convertido en la primera mujer en lengua castellana en recibirlo y la primera latinoamericana.
Había tanto que hacer: preparar el viaje, comprar el pasaje en barco, ocuparse sobre quien ejercería sus funciones consulares durante su ausencia, labor que asumió su amiga argentina Martha Salotti. Se embarca el 18 de noviembre llegando después de un penoso viaje el 9 de diciembre al puerto de Gotemburgo, Suecia, en un frío invierno. Al día siguiente, recibe de manos del rey Gustavo V el significativo galardón. Se le denomina “la reina de la literatura latinoamericana”. Permanece un mes en Suecia dictando conferencias en diversas universidades, visitando también algunos colegios. En enero viaja a Londres donde la entrevista la BBC, antes de la transmisión de un concierto de homenaje. En febrero, en Francia se le hace una recepción en la Academia Francesa y se la condecora. En mayo, viaja a Italia, donde la recibe el Papa Pio XII, a quien le solicita que “ruegue por los indígenas del continente latinoamericano”. Finalmente se establece en EE.UU., donde entra en contacto con Eleanor Roosevelt, siendo recibida posteriormente por el presidente Harry Truman a quien le señala que más que ser ayudados por el dólar, los americanos del sur deseaban ser comprendidos.
A pesar de ser diagnosticada de diabetes, sigue con sus viajes e impartiendo conferencias en diversos países del mundo, siempre escribiendo y llevando una bolsita con tierra de su lugar natal. Vuelve también a su querido México que tan bien la había recibido en 1922 y finalmente a Chile en 1954, donde el país trata de subsanar todas las deudas que tenía con esta gran chilena, la más galardonada en todas las generaciones hasta el presente en todo el mundo.
¿Qué lecciones nos deja el recuento? Una vez más la sencillez y a la vez, grandiosidad de Gabriela, quien recibió todos los honores que se pueden otorgar a una persona en vida, y que no por ello cambió en su actitud hacia los demás y su ocupación por los más necesitados. También sin decir nada, nos demostró como país la pequeñez de nuestra mirada al no valorar su trabajo, quizás por ser mujer, poetisa y maestra sin título académico, a pesar de que después se le otorgó, junto con muchos doctorados honoris causa en todo el mundo.
¿Qué nos dice para los tiempos actuales? Mucho, en este mundo posmoderno con debilidades de valores y referentes, donde los egos luchan por sobresalir a costa de lo que sea, donde poco importan las necesidades de los más débiles y los sin voz como los párvulos, donde la educación casi no está en la agenda política, Gabriela maestra, clama por ellos, y nos recuerda que lo más importante es hacer humana la humanidad, y que, a partir de ello, se requiere que un “fuerte soplo de humanidad renueve los rumbos de la enseñanza”. Ojalá que, en este aniversario a 80 años del otorgamiento del Premio Nobel, aprendamos al fin estas las lecciones y no repitamos sus palabras sin haber efectivas acciones que las cumplan.