Coronavirus y Fe
Para comenzar, una afirmación categórica: Dios no envió el coronavirus para castigarnos ni para hacernos sufrir. La concepción de Dios mayoritaria en Occidente no acepta que Dios sea malo; la maldad como rasgo de Dios anula la idea misma de Dios como infinitamente bueno. Pero alguien afirmará que Dios es infinitamente justo y que, por […]
Para comenzar, una afirmación categórica: Dios no envió el coronavirus para castigarnos ni para hacernos sufrir. La concepción de Dios mayoritaria en Occidente no acepta que Dios sea malo; la maldad como rasgo de Dios anula la idea misma de Dios como infinitamente bueno.
Pero alguien afirmará que Dios es infinitamente justo y que, por justicia, debe castigar a los que han cometidos delitos contra Él y contra los demás. Pero Dios que es juez, no es un juez humano, el sentido de la salvación, a través de su hijo, es borrar el pecado y sus culpas. La salvación está allí y es responsabilidad de nosotros tomarla o no. Católicos romanos, católicos ortodoxos, anglicanos, luteranos y muchos cristianos más creemos esto. La Biblia está llena de acontecimientos en donde Dios castiga, pero el castigo es el resultado de un juicio, no hemos llegado al juicio final, así que ¿qué castigo o premio puede haber?
Ver como se expande el coronavirus, cual peste medieval, no sólo genera incomodidades por la cuarentena, si no que a los viejos nos pone de frente ante la muerte como una probabilidad real.
La humanidad siempre ha convivido con grandes pandemias, con pestes, y no sólo con las históricas como la bubónica; el siglo XX partió con la gripe española, y al final tuvimos al ébola, el VIH, la gripe aviar y varias que cruzaron el nuevo siglo hasta el actual COVID 19. Una vez más estamos enfrentados a nuestros miedos a causa de la naturaleza, como en esos tiempos que creíamos idos para siempre, no hay vacunas –a pesar de los muchos anuncios– ni exámenes certeros; todo parece hacerse mal, cuando la verdad, no es mucho lo que puede hacerse.
El error es creer que se puede seguir la ruta del contagio, la trazabilidad, elaborar modelos matemáticos y compararlos entre países; es decir, desarrollamos una fe en las estadísticas nunca antes vista. Pero eso de nada nos sirve a los viejos y a los pobres que tenemos muchos factores de riesgo. Entonces, unos cuantos de nosotros estamos como en la Edad Media, pues tenemos un alto riesgo de morir y, querámoslo o no, no nos queda más que enfrentar el tema de nuestra muerte, y aquí es bien importante, para muchos de nosotros, la fe.
Fray Pedro Manuel Chaparro fue el primer licenciado y doctor en medicina de Chile, al tiempo que sacerdote de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Y fue quien primero vacunó en Chile y América del Sur contra otra enfermedad viral, como es la viruela, y lo hizo cuando recién se descubrían las vacunas en Europa, durante La Colonia nuestra. Ciencia y fe para combatir las pestes nos enseñó Fray Pedro, hace más de dos siglos. Para los creyentes está todo claro, pues no hay castigo de Dios ni nada que se le parezca, el mundo siempre ha tenido pestes y la armonía entre creencias –porque Dios cura y hace milagros– sumado a los cuidados sanitarios son nuestra opción más lógica.
Rodrigo Larraín
Académico Universidad Central de Chile