Un detalle visual desaprovechado en el debate presidencial
Por: Alvaro Medina Jara,
Director carrera de Publicidad, Universidad Central de Chile
El último debate presidencial estuvo cargado de elementos no verbales que constituyen parte del marketing político y que, aunque pueden pasar desapercibidos a primera vista, impregnan los mensajes de significados. Son elementos que, por tanto, deben ser gestionados de manera profesional por los gestores de campaña y expertos de la comunicación y que forman parte de al menos una parte de las planificaciones del Marketing, dedicada a la organización de la presencia o de la Experiencia del Usuario.
Uno de los detalles notados fue que el fondo elegido para el escenario era azul, lo que parece haber hecho que el equipo de campaña de la candidata Jara cambiara el tono de la chaqueta o blazer con que llegó a los estudios televisivos: llegó con una prenda azul, pero luego apareció con una chaqueta gris claro, permitiendo un mayor contraste. Las periodistas que hacían las preguntas y moderaban generaron mayor contraste, más que los mismos candidatos.
Este aspecto no es un tema menor: en medios audiovisuales, genera una mayor legibilidad y nitidez en el personaje y ayuda a una mayor recordación.
En el caso de Kast, dado que su ropa no generaba tanto contraste en la cámara, llevó (debido a la iluminación) a que se concentrara la atención excesivamente en su rostro, en vez de su figura completa, lo que es un arma de doble filo. Y es que aunque es bueno que se fijen en uno, concentrar tanto la atención sólo en el rostro (fuertemente iluminado por lo demás) hace que el espectador mire y recuerde los más mínimos detalles: el sudor, las imperfecciones faciales, los gestos de gusto, disgusto, ironías, muecas… cada pequeño detalle. Si lo está viendo en HD y en un televisor de más de 40 pulgadas, peor aún.
Aún se recuerda, por ejemplo, lo ocurrido en el primer debate televisivo entre Richard Nixon y John F. Kennedy, donde el candidato republicano tenía un traje que no generaba adecuado contraste (más aún en condiciones de transmisión en blanco y negro), mientras que el demócrata sí lo hizo. Y en el caso de Nixon, lo que más le afectó fue que la atención sobre su rostro (particularmente en las secuencias de primer plano), donde se notó el excesivo movimiento de los ojos, la transpiración y la inseguridad que proyectó. En los debates siguientes, Nixon lo entendió y ante fondos claros eligió siempre trajes oscuros, y se concentró en mirar a la cámara.
Si ese principio ha sido determinante desde 1960, con mayor razón en la era de la imagen en el siglo XXI.
En el caso de los candidatos a la segunda vuelta presidencial en Chile, los rostros se vieron tensos la mayor parte del tiempo, y la iluminación jugó en contra de ambos, destacando los gestos irónicos y las señales de nerviosismo por una iluminación que sobreexponía la cara de ambos, solo que —debido a la falta de contraste— se acentuó más en Kast.
Las campañas políticas son una oportunidad de comunicar, y el mal uso o desaprovechamiento de los elementos anexos a los mensajes, distrae de lo relevante que los candidatos quieren entregar y los ciudadanos tienen el derecho de saber. Una gestión profesional de las campañas puede ser, en ese sentido, estratégica.