Pare, piense y opine
Luis Alemán Rodríguez
Psicólogo y académico de la Facultad de Educación, UCEN
Estos últimos años, nuestra historia social ha estado marcada por pasiones que esconden pulsiones y que se revisten de una racionalidad que muchas veces no surgen desde las mismas personas o grupos que ejercen la violencia, si no desde la mente de personas de distintos niveles y profesiones, influenciadores, líderes de opinión, etc. Una evidencia irrefutable, son los resultados en esta primera vuelta para la elección presidencial; el centro se difumina y se extreman las posiciones, “Chile se ha polarizado” comentó a un medio de comunicación un destacado analista político.
Todos somos buenos para opinar y de esta forma revestir de un ropaje de racionalidad (nuestra racionalidad) a emociones, pasiones y conductas que se expresan muy lejos de los lugares físicos en los cuales desempeñamos nuestras labores cotidianas pero muy cerca de nuestra propia identidad psicológica, de nuestros dolores, frustraciones o éxitos. En fin, de lo que llamamos nuestros espacios de subjetividad.
La subjetividad que tanto abunda en las redes sociales, es un espacio cómodo y confortable, pero con un alto grado de riesgo en el que las ideas se procesan con mucha facilidad y de manera muy superficial. Tendemos a rechazar aquella información que requiere de un mayor análisis y que en principio se contrapone a nuestras predisposiciones y creencias. Es ahí donde la emoción supera a la razón y los mensajes de promesas, sueños y utopías se reproducen fácilmente.
El psicólogo Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía, distingue entre un sistema de procesamiento de la información que es muy rápido, que no requiere esfuerzo mental, que tiende a sacar conclusiones de manera inmediata a partir de fragmentos cortos de información, cargados de emocionalidad; distinto del “Pensamiento Lento”, cuyo sistema mental es más reflexivo y racional y que, aun cuando exige más esfuerzo, nos permite tomar decisiones con menos posibilidades de fracaso porque se basa en el pensamiento heurístico dejando de lado los sesgos que intervienen cuando tomamos decisiones en las que están muy comprometidas las emociones.
Dicen los franceses que la primera vuelta se hace con las emociones y que la segunda vuelta con la razón, ¡Qué distante de nuestra cultura latinoamericana! donde las emociones son las que priman. La invitación entonces es a detenerse, reflexionar y luego opinar, sepa usted que nunca habrá una decisión perfecta, pero si, una decisión futura con mayor probabilidad de acierto, con la convicción que fue una decisión pensada y que fue la mejor que podíamos tomar con los recursos que teníamos en el momento histórico que estábamos viviendo.