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Facho pobre

La expresión ‘facho pobre’ surge porque no hay como referirse a un nuevo actor, puede sonar despectiva, pero su objeto es reducir un conjunto de rasgos que ciertas personas tienen bajo un rótulo que sea comprensible para toda la sociedad. Corresponden a los antes denominados ‘lumpenproletarios’, palabra de origen alemán que significa proletario andrajoso; hoy […]

Facho pobre

La expresión ‘facho pobre’ surge porque no hay como referirse a un nuevo actor, puede sonar despectiva, pero su objeto es reducir un conjunto de rasgos que ciertas personas tienen bajo un rótulo que sea comprensible para toda la sociedad. Corresponden a los antes denominados ‘lumpenproletarios’, palabra de origen alemán que significa proletario andrajoso; hoy nadie anda con ropa raída o andrajosa, pero el rol que tuvieron sigue presente en los fachos pobres. La principal característica del lumpen es su error al considerarse de un estrato, mejor y más alto, por lo que todo arribista es un potencial facho pobre, especialmente en un país como el medio en que hasta los sociólogos hacen estudios genealógicos, como uno que compara a los Pérez con los Larraínes, comparando personas que pueden corresponder a familias distintas e ignorando que se pueden mezclar. Es decir, hay un ambiente receptivo para esta clase de preocupaciones.

Pero el facho pobre, al igual que el lumpen histórico, está dispuesto a avalar a los dueños del poder. No trepidará en hacer el trabajo sucio a sus enemigos de clases, porque él se considera o se autoubica en la clase de sus mandantes. Cuando los poderosos controlan la economía y la política, por cierto controlar la opinión pública, en general no lo hacen directamente, sólo los roles y cargos más importantes, pues siempre hay lumpen para que haga las tareas deleznables. Pero aquí no hablamos, por supuesto, de los empleados y las capas medias cuyos profesionales y técnicos emplean los empresarios y el Estado.

El facho pobre tiene pésima educación, se educó mal en colegios de bajo nivel, no necesariamente los municipales; en donde aprendió que tenía que ganar para sobrevivir. Por ejemplo, nuestro ‘patudo nacional’ que opina de todo, de política, de mujeres, de religión y, lo más importante, de conspiraciones. Es un soberbio cognitivo, de conocimientos erróneos. Siempre parece tener más información que los demás, incluyendo a los profesionales del tema. Curiosamente es egoísta con lo que sabe, no porque no tenga fuentes, si no que porque no tiene ningún interés en enseñar a los demás algo útil. En general, buscan la felicidad al tiro, ahora, de lo contrario se frustrarán. Por eso se ponen al servicio del mejor postor y, por ello, están dispuesto a cualquier trabajo, honesto o no.

¿Existe una cultura del facho pobre? Los estudios muestran que sí, que es de un romanticismo meloso, con gusto por la música, popular sentimental, con un gusto cursi, a veces, ya ubicados, con ropa sobrecargada y exceso de perfume, pañuelos y corbatas, una manera de adecuarse a su definición de lo que sería para ellos el estrato alto. Una amiga decía que no había lumpen vestido casual.

Una descripción del siglo XIX de los lumpenproletariados decía que se organizaron en París en secciones dirigida por agentes bonapartistas por un agente gubernamental, se trata de arruinados de todas clases, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, soldados desmovilizados, timadores, saltimbanquis, carteristas y rateros, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante: Para la Real Academia Española, el lumpemproletariado es la capa social más baja y sin conciencia de clase.

 

Rodrigo Larraín

Sociólogo y académico U. Central

 

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