El 11 de marzo de 2004, la ciudad de Madrid se vio sacudida por una serie de explosiones en cuatro trenes, dejando un saldo de 193 muertos y más de 2,000 heridos. Este acto terrorista, atribuido a extremistas islámicos, generó conmoción y dolor en toda España, marcando un antes y un después en la lucha contra el terrorismo.
El país se sumió en un estado de shock y solidaridad, con muestras de apoyo y condolencias provenientes de todo el mundo. El atentado de Madrid no solo dejó una huella imborrable en la sociedad española, sino que también desencadenó importantes cambios políticos y de seguridad en toda Europa, reforzando la determinación para combatir el extremismo y preservar la paz.
A pesar del paso del tiempo, el recuerdo de aquel fatídico día sigue vivo en la memoria colectiva de los españoles. Las secuelas emocionales y físicas perduran, pero también perdura el espíritu de solidaridad y resiliencia que emergió tras la tragedia. El 11-M representa un capítulo sombrío en la historia de España.