En educación debemos innovar, qué duda cabe. Pero innovar no es sólo crear proyectos nuevos y creativos. La palabra innovación no siempre apunta a mejorar los aprendizajes y el desarrollo personal y social de las y los estudiantes, que es, finalmente, el objetivo que deberíamos tener.
La innovación que interesa en educación necesita de inspiración, creatividad y de sentido de urgencia, pero también de una visión común y objetivos claros y compartidos, de planificación, medición y evaluación. Nada de esto ocurre de manera espontánea: requiere de un trabajo constante y riguroso, en la cual se deben considerar muchos de los aspectos que detallo a continuación.
En primer lugar, es imprescindible que las comunidades educativas se apropien del desafío, sea cual sea. Por ejemplo, el de los rezagos de aprendizaje con los que nos enfrentamos hoy. Sin una comunidad educativa consciente del problema, no hay mucho espacio para la innovación; al igual que sin agentes de cambio empoderados, es muy complejo que la comunidad educativa se apropie del proyecto.
Y la apropiación debe comenzar por los equipos del establecimiento, sobre todo en el caso de que las familias no se comprometan con la tarea (lo que ocurre a menudo en contextos de alta vulnerabilidad). En el establecimiento educacional, es necesario que cada uno se haga cargo de apoyar, desde su rol, los procesos de aprendizajes de las y los estudiantes.
En segundo lugar, debemos considerar los distintos contextos educativos. Por ejemplo, para poder implementar un plan de reactivación, debemos conocer las características del contexto educativo en el cual vamos a implementarlo, no es posible pensarlo de forma centralizada. Se deben considerar las metodologías, las maneras en cómo se trabaja, las características de los estudiantes y sus familias. Si consideramos el contexto y tenemos identificadas las necesidades educativas se podrán visualizar las herramientas para poder implementar el proceso.
En tercer lugar, se deben establecer alianzas entre los equipos. En los contextos educativos escolares hay diversos equipos de trabajo, cada uno con sus particularidades, los cuales deben encontrar la forma de mirar y remar hacia el mismo objetivo y tener un lenguaje común. Lo anterior es fundamental para establecer alianzas y trabajar de manera articulada. Nuevamente acá los agentes de cambio que puedan catalizar el proceso se hacen imprescindibles.
Por otra parte, es fundamental capacitar a las y los profesionales de los establecimientos, ya que uno de los requisitos principales para que participen del proceso es la capacitación de acuerdo con sus necesidades laborales. Se trata de un pilar fundamental para enriquecer el quehacer laboral, pero sobre todo para lograr que todas las personas comprendan los objetivos trazados. No se puede innovar sin capacitar.
Finalmente, debemos flexibilizar el currículum: frente al rezago en los procesos de enseñanza aprendizaje y en la apropiación de la lecto-escritura que ha sido identificada a nivel nacional a través de las mediciones de la Agencia de la Calidad, así como el rezago de la conciencia fonológica que hemos identificado desde mi equipo con instrumentos de evaluación, es vital tener la capacidad y la valentía de mirar fuera del currículum o, lo que es lo mismo, fuera de la caja. Flexibilizar el currículum en la práctica docente para que las energías puedan estar enfocadas en la labor principal que tenemos hoy: recuperar los aprendizajes perdidos.