Algunos, yendo más allá del plano deportivo, incluso acusaban a su nuevo amor de entorpecer la mente (o en este caso los pies) del artillero de los Gunners.
Nuevos integrantes de este excelso grupo de asiduos al tablón, pensaban acerca de cuáles serían las selecciones con las que nos tocaría jugar en el mundial de Rusia. Otros más confiados y cabaleros pensaban a quién le vamos a ganar en la justa máxima y algunos, los más recalcitrantes, deseaban que se agrandaran las vitrinas de Quilín para ubicar un nuevo trofeo.
Hoy y aunque parezca una frase cliché, todos estudian matématicas y se ayudan con una calculadora para sacar las cuentas más inverosímiles con el fin de ver a la Roja en la tierra de la familia Romanov.
Mientras se aclara el panorama (o se oscurece aún más, dependiendo del prisma con que se mire), estos hinchas de “la de todos”, ocupan su tiempo discutiendo si fue bueno o malo “repatriar” a Valdivia para incluirlo en la “casa blanca”, si Paredes es el mejor veterano que tiene el club albo, si Pinilla está más maduro que antes de vestir la azul o, finalmente, si Polic debiera colgar su silbato y retirarse del grupo de los antiguos llamados “hombres de negro”.
Lamentablemente pocos o me atrevería a decir ninguno, se acuerdan y otros ni siquiera conocen que sí hay un grupo de estrellas y que sí han logrado objetivos mundiales, dejando muy bien puesto el nombre de nuestro país en una instancia deportiva que, está exenta de danzas de millones, que no tiene el boato de una copa América o de un mundial, pero que, tal vez, pueda ser más loable que el balompié internacional, porque se trabaja sin recursos, porque sus artífices nunca tuvieron la posibilidad de una formación deportiva, lo que ya es mucho decir, la gran mayoría ni siquiera tuvieron la oportunidad de una educación completa, de una alimentación adecuada y de usar implementos deportivos mínimos para la práctica del deporte pasión de multitudes.
Mi homenaje para aquellos casi incógnitos campeones del Fútbol Calle, para estos chilenos que faltos de una técnica exquisita, de tácticas nuevas o antiguas, pero inservibles al fin, para estos jóvenes y otros no tanto, que tuvieron fe en una aventura con un final feliz, pero fundamentalmente, para estos compatriotas que supieron atesorar y vivir a fuego intenso el vestir la tricota de su país y que sintieron la vergüenza deportiva cuando las meta les eran esquivas.
De estos futbolistas podrían aprender los hoy consagrados que intentan clasificar a un mundial; de estos deportistas tan precarios podrían darse un baño de humildad nuestras estrellas del profesionalismo y, tal vez, así, podrían mejor entender lo que es el sacrificio, podrían comprender de otra forma, que la modestia también conduce al éxito; de estos aficionados que también tienen sueños de victoria, nuestros futbolistas de la selección podrían darse cuenta que lo más importante en la vida y en su profesión no es al auto deportivo último modelo; no es el reloj de reconocidas marcas y que superan el valor normal; ni la ropa de la más prestigiosa casa italiana ni las modelos de las más afamadas pasarelas del mundo. Lo más importante es ser feliz y hacer feliz a un país entero.
El Fútbol Calle, una actividad que aglutina a personas que viven en la pobreza, que han sido apartados de los aspectos más básicos de una sociedad y a los cuales, mediante una pelota y un campeonato organizado a nivel mundial, pretende hacerlos renacer, hacerlos surgir como ciudadanos, ojalá pudiendo retornar al hogar de sus familiares donde por innúmeras razones muchos de ellos salieron para tener que experimentar el dolor de la subsistencia en la calle, sin un techo que los cobije y muchas veces solo con un pedazo de cartón para abrigarse en las frías noches de invierno.
Ojalá que esta gran lección de los futbolistas callejeros les haga pensar, aunque sea un instante, a los consagrados de Pizzi…Esas son estrellas, esos son corajudos, ante ellos, la auténtica reverencia.
Por Juan Francisco Ortún
Director de Radio UCentral