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Niños que aprenden combatiendo la obesidad

Chile ha aumentado progresivamente los niveles de sobre peso y obesidad. En el año 2016, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB) encendió las alarmas al reportar que más de la mitad de los niños de nuestro país se encontraban en rangos de sobrepeso y obesidad, es decir, un 24.2% de los menores de primer año básico tenían obesidad y un 26.9% con sobrepeso. Lo preocupante es que si sumamos ambas categorías, superan a la cantidad de alumnos con peso normal en esta etapa escolar.

El 2018, nuevamente las cifras fueron desalentadoras para los menores de 5 años, alcanzando el temible record de poseer una de las mayores tasas de sobrepeso en América Latina y el Caribe, superando el promedio regional de 7,3% y el mundial de 5,6% (cifras que fueron entregadas por la FAO Chile).

Hasta acá podríamos seguir pensando que son sólo cifras, una noticia más, una realidad que no me pertenece, pero veamos nuestro entorno y podremos comprobar que nuestros niños no realizan la recomendación diaria de 60 minutos de actividad física moderada. Incluso, no llegan a los 30 minutos diarios por el estilo de vida que tienen: un currículo cargado de asignaturas, sistemas sobreescolarizados que los mantienen sentados por horas, escasos minutos de recreo con restricción de movimiento vigoroso ante posibles ‘accidentes’ que se puedan producir, poco tiempo libre y falta de espacios deportivos o recreacionales accesibles.

En este sentido, las escuelas son un escenario clave para implementar estrategias de salud pública y la actividad física en el aula. Realizar sesiones activas de 10 a 15 minutos, optimizan el rendimiento académico y muestran claras mejorías en el comportamiento de los niños en clases.

El Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), alertados por esta situación y entendiendo que se deben generar políticas públicas que apunten a la toma de conciencia, al cambio de hábitos hacia una vida activa saludable y a aumentar el gasto energético, me invitó a participar en la elaboración de un manual de uso compuesto por 120 láminas, las que debían explicar de manera sencilla, cómo activar a niños de primero básico y que las mismas, fueran parte de los contenidos de las asignaturas propuestas por el Ministerio de Educación.

Para poder determinar si eran eficientes, fueron probadas y medidas en 16 colegios, recogiendo las percepciones de profesores, estudiantes y ayudantes. El material final es un trabajo llamado “Inicio mis clases activamente”, el que pretende ser un apoyo a la problemática y además cumple con poder introducir los objetivos de la clase de la forma que más les gusta a los niños: jugando.

Es en ellos que debemos actuar para generar y asentar un cambio temprano de hábitos y comenzar a detener el avance de las enfermedades asociadas o ‘co-morbilidades’; como diabetes tipo II, hipertensión, el hipercolesterolemia (altos niveles de colesterol en sangre), enfermedades vasculares, coronarias y el hígado graso. De nosotros depende que nuestros niños crezcan sanos.

Paola Marambio Núñez

Académica Pedagogía en Educación Física, U.Central

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