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Mucha selva, poco tigre: Carta abierta a «l@s» constitucionalistas

El sentido común es el más común de los sentidos, siempre lo he dicho.  En una paráfrasis antagónica de ese elitista refrán que afirma lo contrario.

En el contexto de la elección de candidatos/as a Convencionales Constituyentes también sostuve mi preferencia porque el proyecto de nueva constitución no fuese elaborado por “especialistas”.

Porque no existen personas expertas en elaborar constituciones y los que eran señalados como tales pertenecen – pertenecemos – a los grupos aventajados en esta sociedad desigual: mucho pergamino, micrófono o seminario, pero poca calle. Mucho “Amarillo por Chile” pero que no se atrevió a cambiar de color en los momentos oportunos.  ¿Sabían que este conglomerado no presentó ni una sola iniciativa ni indicación en la convención?

Se me dirá soberbio, empero a veces hay que defender las convicciones: Con cierto aburrimiento – ni siquiera desprecio – veo a muchos colegas rompiendo sus togas y birretes al presenciar la extensión y contenidos del borrador aprobado por la Convención Constitucional. Pero el mundo no es una sala de clases.

¡La más extensa del mundo! Como si no tuviesen claro que en los hechos la Constitución vigente no era únicamente ese librillo breve sino todo el conjunto de decretos leyes convalidadas y rigidizadas por mandato de esta carta fundamental y que disciplinaban aspectos tan importantes como salud, o educación. La Academia refractaria ponía como estandarte el minimalismo, aludiendo a la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica, sin mencionar que en la práctica es la más extensa del mundo pues su texto formal se complementa con su contenido material dispensado por la jurisprudencia de la Suprema Corte, cuyos pronunciamientos acerca de lo que dice la Constitución tienen el mismo valor que ella.

¡Instituciones excéntricas y descabelladas! Nada de lo incorporado en el proyecto de nueva Constitución no tiene parangón en sistemas comparados

¡Aberraciones Jurídicas! Que el ego no se anteponga a la democracia. Muchos y muchas sostuvimos nuestras tesis ideales en la convención. Pero esto no es un laboratorio, es la vida real. Y porque la que yo consideraba mejor idea haya sido de un diseño institucional, hace que la que determinación de la Convención es la incorrecta.

Profesores y profesoras -sabemos – nuestra tarea desde ahora es informar, no adoctrinar. Cada uno y una tiene sus convicciones y es legítimo expresarlas. Pero estamos llamados a algo mayor. Informar. Quienes nos dedicamos al Derecho Constitucional hemos de enseñar eso. No limitarnos a ser relatores de la Constitución de 1980.

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