En tiempos en que la cuestión migratoria es un fenómeno mundial, en Chile se instala la polémica por la no adscripción al Pacto Migratorio de la ONU. Haberlo suscrito, para unos, era la antesala de un flujo abierto y descontrolado de inmigrantes por cuanto consagra la migración como un derecho humano.
Para otros, el retiro del Pacto es una medida populista, fundada en magros resultados para el Gobierno a nivel de encuestas y que pone a nuestro país entre los más restrictivos en términos de política migratoria. Algo así como “Chile para los chilenos”, una suerte de “Brexit migratorio”.
Este país se ha construido con el esfuerzo de todos. Nuestra historia da cuenta de inmigrantes de distintas partes del mundo que llegaron a instalarse a Chile contribuyendo en gran parte a su desarrollo.
Hoy, con más de medio millón de inmigrantes, en su mayoría provenientes de países fronterizos, como Perú, Bolivia y Argentina, y desde naciones un poco más alejadas como Colombia, Ecuador y Haití, Chile es uno de los países que más ha crecido en población inmigrante en América Latina.
Los inmigrantes tienen un factor común: son más arriesgados, más impetuosos y con una mayor conciencia del esfuerzo y sus resultados. No es casual que tengan un mejor desempeño en las áreas de servicio y que muchos resulten mejor calificados.
Existe la aspiración de todo ser humano a vivir la vida con dignidad en el contexto natural y social que le parezca adecuado. Si en su tierra no encontró esas condiciones, es legítimo y hasta instintivo perseguirlas, no obstante, corresponde a los países resguardar aspectos fundamentales para regular el flujo migratorio como la calidad del empleo, salarios justos y condiciones de salud y seguridad, entre otras. Es el momento, entonces, de replantearnos si queremos un Chile sólo para los chilenos.
Catalina Maluk Abusleme
Decana Facultad de Economía y Negocios
Universidad Central de Chile