La primera interpelación directa -burda y vulgar- que el cantante Miguel Bosé hizo a la Alta Comisionada para los DD.HH, Michelle Bachelet, el 23 de febrero pasado en Cúcuta, fue una sorpresa.
“Que venga ya de una puñetera vez” recitaba con ironía -y elegancia, con respecto a otros epítetos que utilizó- en su aparición en el ‘Venezuela Aid Live’, realizado en la frontera del país llanero.
Nos sorprendimos y salimos a criticar al otrora vigente músico español, sin entender si se trataba de un convencimiento profundo por el reclamo del respeto de los derechos humanos en Venezuela, o más bien el resultado del rasguño ahogado de su voz, casi desesperado, por reencontrar la vigencia de antaño.
Desde su cuenta en twitter ha seguido y desplegado un importante número de astucias comunicacionales. Primero reviviendo un collage fotográfico en el que alude a un supuesto doble estándar de la expresidenta, y luego -casi a modo de teleserie mexicana- con videos en los cuales él es el protagonista: “Me está quitando el sueño” y “Buscando a Michelle”, serían sus primero capítulos.
¿Cuál pareciera ser entonces la clave de su estrategia? Simple, le esta hablado a su público y no a la sociedad politizada en torno a la -obviamente crítica- situación venezolana.
Bosé encontró (y no había que ir más lejos de su origen materno) lo que los italianos suelen llamar una “trovata publicitaria”, algo así como un éxito inesperado a partir de una acción fortuita. Dio con el truco.
Para ello fueron importante dos elementos (muy ligados a su quehacer): el medio y el público. Primero, un mecanismo de comunicación como las RR.SS, donde él es dueño del mensaje (de principio a fin) y también controla a quien le habla (los destinatarios, sus seguidores). Segundo, su público, el de los espectáculos. Una marea de más de 3 millones de fans (probablemente despolitizados -dado el tenor de su música- y ciertamente desconocedores de la polémica en acción, pues ignoran por completo el porqué de la crítica a Bachelet-) dispuestos a beneficiarlo a punta de ‘likes’ y ‘RT’. No es un caso que sean justamente los tweets que alimentan esta disputa, esta ya afirmada teleserie, aquellos que gozan de mayor repercusión en la cuenta del cantante.
Bachelet se transformó entonces en la versión 2.0 de Dulcinea, muy similar a aquella que alimentaba los delirios, sueños y añoranzas de otro caballero de similar triste figura. Michelle se transformó en el nuevo ‘Leitmotiv’ del artista, quien hoy recurre a las RR.SS. para difundir su mensaje, retomar algo de vigencia y alejarse de las conversaciones digitales que anteriormente lo vinculaban al fisco español.
Nicolás Freire
Académico escuela de Gobierno y Comunicaciones, U.Central