En jerga futbolística, podríamos decir que hace un tiempo entraron a la cancha tres jugadores que nadie notó: el incentivo, la oportunidad y la autojustificación. Jugaron de titulares, sin embargo, hay que marginarlos de futuras convocatorias al “equipo verde”.
Los fraudes y las colusiones nuevamente se tomaron la agenda: comenzó el juicio oral del megafraude en Carabineros de Chile. Han pasado cinco años del caso y lo que parecía un desvío de dinero de cuentas institucionales a cuentas de privados, se ha convertido en un fraude de casi 28 mil millones de pesos, donde uniformados y privados se han coludido para defraudar a una institución en la cual las malas prácticas y corrupción eran impensadas para los chilenos.
Al margen de las consecuencias de credibilidad y la evidente falta de transparencia corporativa, se extrañó la falta de control interno, las evaluaciones y el seguimiento de procesos en la policía uniformada, los cuales deben ser permanentes, así como la incorporación de alertas tempranas en puntos críticos para evitar actos de corrupción.
Carabineros no ha estado ajeno al triangulo del fraude, donde la motivación de algunos es lucrar, no importando el desmedro. La oportunidad percibida, aparece dada por las necesidades de muchos de asegurar un futuro esplendoroso y que por coludirse están dispuestos a faltar, incluso, a su juramento de honor y Patria. De racionalización, ni hablar. No hay justificación cuando a causa de las faltas reiteradas se incurre en el actuar antiético.
Ojalá el partido termine pronto y no vuelva a convocarse a nuevos jugadores como la colusión, el soborno y el fraude, los cuales, por años, fueron titulares en el “equipo verde”.