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Los efectos nocivos de los malos proyectos de ingeniería

El Centro Comercial Costanera Center, ha sido un verdadero dolor de cabeza para los usuarios del espacio vial circundante al sector, pero también por muchas cuadras a la redonda, dada la congestión vehicular que se ha generado en la zona, que inclusive ya se presentaba antes de su construcción en las horas punta, pero que con la construcción del proyecto se ha incrementado abarcando prácticamente todo el día.

Este problema de congestión no solo impacta a los vehículos motorizados, sino que también a peatones y ciclistas, donde los espacios disponibles para estos usuarios vulnerables parecen ser suficientes, pero en la práctica no es así, provocando inclusive conductas arriesgadas de todos los tipos de usuario, como por ejemplo no respetar las fases de los semáforos (ocurre con vehículos, ciclistas y peatones).

Esta semana nos enteramos que, a 12 años de la entrada en servicio del proyecto, se continúan con obras de mitigación, las cuales se denuncia afectarán el normal funcionamiento de un servicio público de salud, tal vez en uno de los peores momentos para afectar su normal funcionamiento. Inclusive, ya en el año 2015 un informe del Servicio de Salud Metropolitano Occidente, había establecido que las obras de mitigación podrían generar problemas al normal funcionamiento del Hospital, pudiendo afectar incluso a los pacientes.

A la luz de los hechos, es claro que nuevamente los beneficiados serán unos pocos (sobre todo en términos económicos), mientras que las externalidades negativas que genera el proyecto las tendremos que seguir ‘sufriendo los demás’ con o sin medidas de mitigación, ya que seguramente no tendrán efecto alguno, dado que es una zona que se terminó de saturar con la construcción de este edificio. El edificio está muy bien construido, pero los proyectos no son solo eso, sino que se debe considerar su impacto en el entorno. En este caso no se consideró y contamos con otra ‘zona de sacrificio’ generada por la acción humana, como las tantas que abundan por todo Chile, pero esta vez en el centro de la ciudad y en pleno siglo XXI.

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