El movimiento social que partió el 18 de octubre, está evidenciando sus primeros efectos en la economía.
Claramente, las necesarias demandas sociales que buscan disminuir la desigualdad y mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables y la clase media, se han visto perjudicadas por la excesiva violencia desencadenada. Esto ha generado un nivel de incertidumbre que impacta la economía de nuestro país y empieza a afectar el presupuesto de los hogares.
Las consecuencias finales, hoy son difíciles de predecir. Las recientes cifras de desempleo, la caída en las ventas del comercio y el aumento que enfrentarán muchos productos dado el alza del dólar, auguran una situación muy compleja. Cómo enfrentarla, es el gran desafío para todos.
Quienes tengan un ingreso seguro, pueden aportar a la reactivación económica y a disminuir las expectativas de recesión a través del consumo, que impulsa la actividad del país. Dicho en simple, si se mueve el dinero, este llega a las personas via ingresos y permite que tengan acceso a bienes.
Si por el contrario, existe temor al futuro y se verifica una disminución considerable en el consumo con foco en el ahorro, disminuye la actividad, aumenta la contracción y se profundiza un escenario recesivo.
Además, es de suma importancia aumentar el gasto del Estado para contrarrestar el menor gasto privado; y que la banca haga efectiva la baja de tasas de interés que promovió el Banco Central para incentivar la inversión.
En síntesis, debemos propiciar todo lo necesario para salir de una crisis económica que se avecina, en el menor plazo posible y con el menor costo para las personas.
Catalina Maluk
Directora Escuela de Economía y Negocios, U. Central