Cierto es que consensos amplios permiten sostener políticas de largo plazo. Sin embargo, no se puede olvidar que la política exterior es una política pública que se elabora y ejecuta en el contexto de una sociedad democrática, por lo cual el pluralismo de opiniones es una realidad esencial desde donde parte cualquier proceso de toma de decisiones. No existen las políticas de Estado automáticas ni dadas por la naturaleza de los temas internacionales, sino que se construye y se avanza solo si hay condiciones para los acuerdos.
Pretender que el estallido social del 18 de octubre no llegó al ámbito internacional es un error y un sinsentido, pues tarde o temprano la política traspasa la puerta de la Cancillería. La necesaria búsqueda de compromisos tampoco reemplaza el libre juego de la democracia, pues siempre habrá disensos que requieran mecanismos para administrarlos, dejando el espacio que requieren el cambio y la adaptación, sobre todo en un mundo en permanente transformación como el actual. El diálogo sostenido y la participación ciudadana son rasgos ineludibles de una política exterior eficaz, ya que permite leer adecuadamente los tiempos internos y externos, así como desmiente el criterio de que estos temas pertenecen solo a la elite dirigente.
El desarrollo nacional y el escenario global en el que vivimos demandan incluir estas materias en la nueva Constitución y fortalecer nuestra diplomacia, en el marco de la más extensa convocatoria social posible, con respeto a la libre expresión de las ideas. La respuesta al cómo y para qué conformar una política exterior de Estado corresponde siempre al pueblo soberano.
Cristián Fuentes Vera
Académico escuela de Gobierno, UCEN