Las ciudades han ido perdiendo espacios sociales, comunes y compartidos. Ha primado la visión individual frente a la colectiva, la inequidad social y la segregación territorial, económica y de conectividad, entre muchas otras.
Si bien hay que reconocer los esfuerzos de las autoridades locales y de agrupaciones de la sociedad civil, ellos están siempre sujetos a presupuestos acotados para financiar sus propuestas, planes o programas. De esta forma, siempre aquellas comunas con más recursos pueden concretar acciones por una mejor calidad de vida urbana versus aquellas que no tienen esas mismas condiciones.
Prueba de esa realidad, es el índice de calidad de vida urbana (ICVU), valiosa herramienta que durante los últimos años da cuenta de la relación directa entre exitosos indicadores de una comuna y los ingresos económicos de sus habitantes. Por eso es necesario ver las ciudades como un todo, en que no sólo vivimos, sino también deberíamos convivir de una mejor forma, sobre la base de la educación y cultura, más que de la represión y castigo.
Así por ejemplo, el aumento de los niveles de seguridad, no pasan por una acción aislada, ni de restricción de circulación de menores de edad; ni las mejoras en los desplazamientos por privilegiar un solo modo de transporte, sino por generar medidas integrales que mejoren el desarrollo de actividades al aire libre, de entretención, cultura y deporte de todas las personas y no de un sector o área determinada.
Esas son las ciudades en que se convive mejor y ello pasa también por no seguir postergando la implementación de la elección democrática de los gobernadores regionales y buscar una eficiente modificación a la ley de rentas municipales, para buscar equiparar la distribución de los recursos y permitir a aquellas comunas más segregadas la integración y adecuada convivencia, que no debe ser exclusiva ni excluyente de determinadas comunas del país.
Paola Tapia Salas
Directora Derecho, U. Central y Red Ciudad Futura