En 2002, Francisco José Cox, obispo de La Serena, fue acusado por abusos sexuales contra niños y jóvenes, el castigo fue el exilio a un monasterio en alemania. El cura Tato, en 2003, fue condenado a pasar una década tras las rejas por nueve casos de abuso sexual. De esa manera, hace 17 años, se levantaba el manto sagrado y emanaban los primeros aromas a putrefacción al interior de la iglesia, pero quedaba la sensación que eran casos aislados.
Esto, hasta que en 2011, James Hamilton, denunció a Fernando Karadima, el párroco de El Bosque, el cura del barrio alto, ocasión en que también se apuntó al Monseñor Errázuriz, sindicado como criminal y encubridor. De ahí en más el reino de dios comenzó a derrumbarse.
Ricardo Muñoz, párroco de Melipilla, el 2011. John O`Reilly de los Legionarios de Cristo, el 2014, mismo año en que el tridente de Lucifer se deja caer en la congregación de los hermanos maristas. Cuatro años más tarde son investigados los curas Oscar Muñoz y Sergio Díaz; Alejandro Goic, indagado por abusos y el cardenal Ricardo Ezzati como encubridor, igual suerte, corren Francisco Javier Errázuriz y Raúl Hasbún.
Cuando se pensaba que todo se había dicho, se destapa a Cristian Pretch, el defensor de los DD.HH en la dictadura, también por abusos. Esto es solo una muestra. Así, hasta agosto del 2018 la Fiscalía Nacional rezaba 119 causas vigentes, 167 involucrados y 178 víctimas, de las cuales 79 habrían sido menores de edad.
Este año el gran escándalo lo protagoniza el fallecido Renato Poblete, el rostro del Hogar de Cristo, el cura que recibió el Premio Bicentenario, durante el gobierno de Bachelet, el mayor reconocimiento que entrega el Estado chileno. “Para mí fue un santo”, dijo Piñera, años atrás, desconociendo que hasta sus 83 años había abusado sexualmente de 22 mujeres, cuatro de ellas menores de edad. Práctica habitual durante 4 décadas. Hoy se le denomina el DEPREDADOR.
En 10 años la adhesión a la iglesia católica en Chile bajó de un 73% al 45%, siendo este el país con menos confianza en la institución en toda la región. Razones hay de sobra y el reparto de este descalabro es variado, un contingente que pareciera no acabar, una novela escrita por el mismo Satanás el día que decidió volver al reino del que fue expulsado y hacer una parada por acá para encontrarse cara a cara con los hijos de Dios, los verdaderos demonios sobre la tierra.
Ignacio Paz Palma
Académico Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones
Universidad Central de Chile