La sostenibilidad se ha consolidado como un eje estratégico para las empresas chilenas. Lejos de entenderse solo como un requisito reputacional o regulatorio, hoy se concibe como un enfoque que integra dimensiones económicas, sociales, ambientales y de gobernanza, y que requiere el compromiso de los colaboradores y una cultura organizacional coherente.
La cultura organizacional es el punto de partida: determina cómo los trabajadores interpretan el negocio, reaccionan ante los cambios e incorporan la sostenibilidad en su quehacer cotidiano. Cuando la organización solo comunica lineamientos sin traducirlos en prácticas visibles, los colaboradores tienden a percibir la sostenibilidad como un discurso distante. En cambio, cuando existen valores claros y decisiones consistentes, se facilita la apropiación de estas iniciativas y se reduce la resistencia interna.
En este escenario, Chile muestra indicadores alentadores. El informe “La Sostenibilidad en la Agenda del Liderazgo” (SAP, 2023) sitúa a las empresas nacionales entre las más avanzadas de América Latina. A partir de una encuesta a 500 altos ejecutivos de medianas y grandes compañías, el estudio revela que el 67% de las empresas chilenas cuenta con una estrategia definida de sostenibilidad, superando el promedio regional. Asimismo, el 53% declara haber implementado políticas específicas, mientras que el 35% ha incorporado pilares vinculados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Las principales motivaciones para avanzar en esta agenda son la reputación (69%) y el propósito organizacional (53%), lo que muestra que la sostenibilidad se asocia tanto a la legitimidad externa como al sentido interno del negocio. Sin embargo, persisten desafíos relevantes: el 50% de las empresas reporta dificultades para medir los resultados de sus acciones, y el 43% identifica problemas para demostrar el retorno de la inversión. A ello se suma que el 42% reconoce obstáculos para conectar de manera efectiva los procesos del negocio con la sostenibilidad, lo que evidencia la necesidad de fortalecer capacidades de gestión y medición.
Un segundo estudio, “Integración de la Sostenibilidad en la Estrategia de Negocios” (Universidad Adolfo Ibáñez y AmCham Chile), ayuda a entender cómo se estructura esta integración. Allí se identifican dos dimensiones clave: orientación al largo plazo y apertura hacia el entorno. La primera se refleja en el involucramiento del gobierno corporativo: el 73% de las empresas declara que su directorio está activamente involucrado en temas de sostenibilidad, lo que muestra que ya no se trata de un asunto periférico. En términos de estructura, el 20% cuenta con un comité de sostenibilidad en el directorio, el 37% dispone de una gerencia o vicepresidencia especializada y el 48% ha establecido un comité ejecutivo en la alta gerencia.
La segunda dimensión, la apertura al entorno, pone el foco en la transparencia y la relación con los stakeholders. Según el estudio, el 66% de las empresas busca fortalecer el vínculo con sus grupos de interés, superando una lógica meramente transaccional. Además, el 69% comunica su desempeño mediante una memoria de sostenibilidad, y el 59% la publica junto con la memoria financiera, lo que refuerza la integración de esta temática en el reporte corporativo.
Finalmente, el estudio distingue cuatro enfoques de trabajo —normativo, prudente, táctico y estratégico— siendo este último el más avanzado, ya que permite anticipar riesgos y oportunidades, consolidar una cultura de mejora continua y fortalecer la rendición de cuentas.
En conjunto, estos datos muestran un panorama esperanzador: Chile se posiciona como referente regional en sostenibilidad, con empresas que comienzan a integrar esta agenda en su estrategia, su cultura y su gobernanza. Aún hay brechas en medición y conexión con el negocio, pero la trayectoria apunta a un desarrollo empresarial cada vez más responsable y sostenible.
