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Cero muertes por SIDA: avances, brechas y la importancia de la terapia ocupacional

Aunque los nuevos diagnósticos de SIDA parecen haber disminuido en 2024, con 4.327 casos, la cifra más baja desde 2015, los números globales siguen evidenciando desafíos estructurales persistentes como el diagnóstico tardío, las desigualdades en el acceso al tratamiento y al seguimiento, y las brechas en la atención integral.

Para comprender mejor la enfermedad avanzada por VIH, es importante recordar que, si bien este virus afecta principalmente al sistema inmunitario, también puede provocar una amplia gama de trastornos neurológicos graves, especialmente cuando no se recibe tratamiento, y la infección progresa hasta el SIDA, su etapa más avanzada.

Muchos de estos trastornos pueden prevenirse mediante la terapia antirretroviral (TAR), el tratamiento estándar para el VIH. Sin embargo, en ausencia de TAR, el deterioro inmunológico favorece la aparición de infecciones y neoplasias oportunistas propias de las fases avanzadas de la enfermedad, las cuales pueden llevar a la muerte.

En Chile, se estima que alrededor de 91.000 personas viven con VIH, pero no todas reciben tratamiento. Datos recientes indican que sólo cerca del 70% (aprox. 63.000 personas) accede a la terapia antirretroviral, lo que deja a más de 20.000 personas con un riesgo elevado de progresar hacia SIDA o desarrollar complicaciones graves.

El VIH puede generar repercusiones físicas, cognitivas, emocionales y sociales que afectan la vida diaria. Ante estas dificultades, la terapia ocupacional se convierte en una herramienta fundamental para promover la autonomía, la adaptación y la participación significativa en actividades cotidianas. Su intervención contribuye a mejorar la funcionalidad y a mantener la independencia, incluso cuando existen síntomas persistentes o fluctuantes. Además, favorece la autonomía en las actividades de la vida diaria, apoya la recuperación o mantención de habilidades necesarias para tareas como vestirse, alimentarse, trabajar o autocuidarse. A través de técnicas específicas y adaptaciones, el terapeuta ocupacional ayuda a manejar limitaciones físicas y cognitivas, fortaleciendo la autoestima y el desempeño funcional. En paralelo contribuye al manejo de la fatiga y el dolor, síntomas que son frecuentes en personas que viven con VIH. La terapia ocupacional utiliza estrategias como la planificación de actividades, el uso eficiente de la energía, la corrección postural y el empleo de ayudas técnicas para disminuir el esfuerzo físico.

Además de lo anterior, la terapia ocupacional compensa las alteraciones motoras. Algunos antirretrovirales pueden causar neuropatías, problemas de coordinación o dificultades en la motricidad fina, pero a través de métodos de compensación, se adapta el entorno y se enseñan técnicas que facilitan el desempeño diario.

Finalmente, el apoyo de los profesionales fortalece las funciones cognitivas. El VIH puede afectar la memoria, la atención o la toma de decisiones. Mediante ejercicios y estrategias específicas, la terapia ocupacional contribuye a mantener o mejorar estas funciones, facilitando la reintegración social, educativa o laboral. Todo lo anterior se refuerza con un apoyo emocional y social, pues las personas que viven con VIH pueden enfrentar estigma, aislamiento o depresión. Con un enfoque centrado en la participación, la terapia ocupacional promueve actividades significativas que favorecen el bienestar emocional y la conexión con otros.

Lo anteriormente expuesto demuestra que el apoyo de un terapeuta ocupacional hace la diferencia en el esfuerzo de lograr “Cero muertes por SIDA en 2030”, lema en el que se centra la campaña del Día Mundial del Sida 2025 y que busca sensibilizar sobre la realidad de la enfermedad avanzada por VIH.

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