“América is back”, aseguró Biden, y el mundo aplaudió, queriendo diferenciarse obsesivamente de Trump. No ha sido así en Afganistán, donde “América is out”, al revés, está fuera y saca sus tropas. Lo que está de vuelta es el caos, y el pánico por los talibanes. Reaparecen del pasado remoto, y cualquier fotografía lo evidencia. Son la “enseñanza” de salvación o condena eterna, irrenunciable. El aeropuerto de Kabul es lo que queda, asegurado precariamente por dos mil soldados. Hay miles por salir, familias, colaboradores, u occidentales, que claman hacerlo abandonándolo todo. Innumerables afganos también presionan, aún a costa de sus vidas, en imágenes impactantes. Sin alternativas, ni un plan debidamente anticipado y menos coordinado. El ex gobierno afgano arrancó con el dinero que pudo. Una evacuación desesperada, improvisada ante el súbito avance enemigo. Se especula que habrá más tropas para garantizar la huída. En fin, una catástrofe.
Biden defiende su accionar. Lo critican republicanos, demócratas, analistas, prensa y opinión pública que, si bien apoya que Norteamérica parta, reclama por lo apresurado y carencia de opciones. Una decisión prevista en tiempos de Trump, que Biden le puso el plazo del 31 de agosto. Ello permitió que los talibanes operaran su toma de poder inmediata. No se consideró si el corrupto Gobierno afgano podía reemplazarlos, o su ejército. Quedó en evidencia que de nada sirvió su capacitación por veinte años, si habían evolucionado, o pretender que los talibanes no amenazaban. Es decir, nadie aprendió nada a un costo sideral, miles de vidas, y un sofisticado material bélico ahora en manos talibanas. Una derrota bochornosa para Estados Unidos, muy difícil de justificar o revertir. China y Rusia la aprovechan y se entienden con los talibanes, sin buscar libertades ni una democracia resistida, pues no la practican. Los conocen de verdad.
Los afganos no se someten a negociaciones, ayudas, o a las armas. Nunca lo han hecho, y continúan sus pugnas ancestrales, en territorios de acceso imposible. Financian sus armas con estupefacientes sin ningún control. Sólo la religión logra unificarlos, y a más rígida sea, hay mejores resultados, según la práctica Talibán. Por ahora muestran cierta tolerancia y apertura, con extranjeros (infieles) y mujeres. No desean una reacción interna, o internacional que teme aumente el terrorismo. Es contradictorio que ellos mismos relajen las creencias cuyo incumplimiento castigan severamente en los demás. Parece una estrategia temporal, hasta que re-impongan sus leyes coránicas, una vez que los norteamericanos partan. Les conviene, dejan atrás experimentos y creencias occidentales. Para que América nunca más esté de vuelta.