Comenzamos la semana con dos tristes noticias, la muerte del reconocido director de televisión y comediante Eduardo Ravani y del Premio Nacional de Periodismo 2013, Alipio Vera. Ambos periodistas universitarios con destacadas trayectorias en medios de comunicación y como formadores de nuevas generaciones. Cada uno en su ámbito, Ravani en la entretención, y Vera, en el trabajo informativo. Ambos dejaron huellas entre sus pares y discípulos.
A Eduardo Ravani lo conocí desde mi lugar como espectador del “Jappening con Ja”, del “Festival de la Canción de Viña del Mar” o en algún espacio público, donde lo vi saludando con amabilidad a quien se le acercara. Con Alipio Vera conversamos en un encuentro universitario, donde derrochó sencillez, gentileza y generosidad. Alipio compartió con estudiantes algunas claves, como la relación entre el periodista y las fuentes de información. Ese conocimiento u oficio le permitió “dar golpes noticiosos”, pero lo más importante, aproximarse con respeto a las personas, características que siempre aportó al trabajo periodístico de “Informe Especial”, “A orillas del Río”, en notas y reportajes.
Con Alipio Vera hicimos un recorrido desde sus inicios en el liceo Manuel Montt en la capital de la Región de Los Lagos, hasta su quehacer profesional. Recordó con cariño a su profesora de castellano, Alba García, quien le inculcó el amor por los libros y la lectura de diarios. Esas experiencias de vida influyeron en su formación escolar y, más tarde, en la universitaria.
Sus palabras revivieron anécdotas y notables aciertos periodísticos. Sin duda, uno que marcó la pauta, fue el reporteo del accidente del avión Fairchild 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que transportaba a un grupo de jóvenes rugbistas uruguayos del equipo Old Christians del colegio Stella Maris de Montevideo, en 1972. Una tarde recibió una llamada de la comisaría de San Fernando, “donde me contaban que podría haber sobrevivientes del avión uruguayo porque un arriero, Sergio Catalán, habría llegado con un papel manuscrito que en una parte tenía como lápiz labial, en otra parte lápiz pasta…”, relató. Esta labor le trajo el reconocimiento público.
Sin embargo, con los años eligió la ruta de los reportajes sobre las bellezas de Chile y su gente para dejar el trabajo de corresponsal de guerra en países como Nicaragua, El Salvador, Ruanda, entre otros. Ello, porque un día cayó en sus manos un artículo del diario español El País, donde el autor se preguntaba ¿estaremos los periodistas contribuyendo a ensuciar, a ennegrecer el futuro del mundo con noticias tan negativas todos los días? A partir de esa reflexión comenzó a mostrar el país y sus noticias positivas.
Así, Alipio Vera y Eduardo Ravani han marcado hitos en las comunicaciones chilenas. Sus historias de vida, aunque distintas, se encuentran en el periodismo y en la común vocación por comunicar. Ahora solo queda decir, adiós maestros y gracias por vuestra generosidad.