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Adanistas y perdonistas

Tengo el hábito de leer prensa extranjera y de allí tomé los dos vocablos del título y que pueden servirnos para analizar la cruzada que se ha emprendido contra las estatuas en Occidente. Los ‘adanistas’ toman el nombre de Adán, el primer hombre. No tener nadie detrás permite ser inocente de todo y, además, que la historia comience con uno y, por lo mismo, uno puede juzgar a todo el mundo –toda la creación– desde lo que a uno se le ocurra y crea que es bueno.

El adanismo actúa en nombre de una ética suprema que ha abolido todas las demás, pues son inferiores y sus fundamentos son erróneos, pues están basados en la historia, la lógica y otras evidencias, pero no en la suprema indignación, excusa que banquea todos los errores de tantos Adanes. Son unos moakistas hoy día en que la moral está más relativista que nunca.

Hace unos años atrás, unos adanistas de origen latino quisieron que una famosa universidad americana sacara un mural que homenajeaba a Colón, lo acusaban de esclavista. Lo peor es que la universidad cedió al absurdo y la obra fue cubierta con un tapiz; tampoco los reprobó en historia. Pero tanto reclamo anacrónico e infundado no es inocente, casi se pone el servicio del supremacismo blanco, pues refuerza la leyenda rosa de la conquista inglesa. Sí, porque aparte de sólo una estatua, el resto, ha sido contra personajes de origen español, católicos, como San Junípero Sierra, al que se ha calumniado e inventado una nueva biografía. También, esta oleada de antirracismo ha quemado iglesias católicas de la costa oeste. Más que antirracismo, es destruir el aporte de España a esa parte de Estados Unidos, destruir el patrimonio cultural. Es cierto que las vidas negras también valen; pero los españoles en Norteamérica occidental, claramente, no fueron esclavistas, pero es útil para reforzar la leyenda rosa de la conquista inglesa, la que como se sabe, nunca se mezcló con la población originaria y trató de empujarla cada vez más al Oeste. Como en una guerra religiosa de hace siglas en Europa.

Pero el adanismo no existiría si no hubiese ‘perdonismo’, el cual es de dos tipos; primero está esa extraña afición de algunos por pedir perdón por crímenes anteriores a la época del que pide perdón, se excusa de lo que no cometió, ello tiene un tinte racista, pues el perdonista perecería un pueblo malvado, culpable, una simiente inmunda; segundo, andar pidiendo perdón por crímenes históricos, elaborados con categorías actuales, que se vuelven abstractos, es un absurdo. Pero adanistas y perdonistas se necesitan, ambos se inspiran en una moral que no requiere la búsqueda de la verdad y proporcionan una bandera, un ideal y una semiutopía con la que llenar la vida de una especie de causa, es un ideal que no requiere estudio, tampoco defender los puntos de vista, pues es obvia, basta ser medianamente bueno para darse cuenta de tanta bondad contenida en el reclamo.

El caldo de cultivo en donde se reproducen estos dos fenómenos es en una cultura del relativismo cognitivo, es lo que se llamó la condición posmoderna, es el desprecio al realismo cognitivo es haber pervertido la tesis de la construcción social de la realidad, es el desprecio de la prueba y de la demostración, entre otras, si no hay desde dónde y cómo se busca la verdad, esta deja de importar y sobreviene el relativismo moral. La ‘funa’, que fue un mecanismo de reclamo por la justica, se vuelve la cultura de la cancelación y aquí se instala el irracionalismo. Pero soy optimista, la peste relativista será más larga que la actual, pero los sistemas sociales tienden al equilibrio y esto será un mal recuerdo.

Rodrigo Larraín
Sociólogo y académico UCEN

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